viernes, 4 de mayo de 2012

Hassan / El pluralismo (diversas formas de valorar una obra) en una perspectiva postmoderna




¿Quiénes somos en este mismo momento?
Foucault.

El modernismo sufre de ciertos agotamientos. Por eso, algunos dicen que es el fin del impulso creador y el imperio ideológico del modernismo que, como movimiento cultural ha dominado todas las artes y ha dado forma a nuestras expresiones simbólicas durante los últimos 125 años.
En todo caso existe un pluralismo crítico sobre la idea del postmodernismo.

Características postmodernas:

1.    Indeterminación, o mejor indeterminaciones. Se incluyen todas las ambigüedades, rupturas y desplazamientos que afectan el saber y a la sociedad. Indecisión, relativización. Nuestras acciones, ideas e interpretaciones están penetradas por la indeterminación, y son ellas las que construyen nuestro mundo.
2.    Fragmentación. La indeterminación frecuentemente se deriva de la fragmentación. El postmodernista sólo desconecta; los fragmentos son todo lo que él aparenta confiar. Su último oprobio es la totalización: cualquier síntensis de cualquier tipo, social, epistemológica, incluso poética. De ahí su preferencia por el montaje el collage, el objeto literario hallado o despedazado, por las formas prácticas sobre las hipotácticas, por la metonimia sobre la metáfora, por la esquizofrenia sobre la paranoia. De ahí su apelación a la paradoja, a la parodia, a la parábasis, a la parapráctica, a la apertura de lo roto, los márgenes injustificados. Por eso Jean-Ffrancois Lyotard dice: Emprendamos una guerra contra la totalidad, demos testimonio de lo impresentable; activemos las diferencias y salvemos el honor del nombre. La época exige diferencias, significantes cambiantes, y hasta los átomos se disuelven en evasivas subpartículas, un mero susurro matemático.
3.    Descanonización. En el sentido más amplio, esto se aplica a todos los cánones, a todas las convenciones de autoridad. Somos testigos, dice Lyotard, de una deslegitimación masiva de los códigos maestros en la sociedad, un desuso de las metanarraciones, que presenta como sustituto a las pequeñas narraciones que preservan la heterogeneidad de los juegos del lenguaje. Se viene des canonizando la cultura, desmitificando el saber, des construyendo los lenguajes del poder, del deseo, del engaño. La burla y la revisión son versiones de la subversión, cuyo ejemplo más triste e incontrolado es el terrorismo. Pero la subversión puede formar otras formas, más benévolas, como los movimientos de minorías o la feminización de la cultura.
4.    Ausencia del yo, ausencia de profundidad. El postmodernismo anula al yo tradicional, simulando un autodesvanecimiento –una falsa lisura, sin dentro/fuera- o su contrario, una automultiplicación, una autoreflexión. Los críticos han notado la pérdida del yo en la literatura moderna, pero fue Nietzsche quien declaró al sujeto una mera ficción: el ego de quien no habla cuando uno censura el egoísmo no existe en modo alguno. Así el postmodernismo suprime o dispersa, y a veces trata de recuperar, el profundo ego romántico, que sigue siendo objeto de terrible sospecha como un principio totalizante. Perdiéndose en el juego del lenguaje, en las diferencias de que está hecha pluralmente la realidad, el yo encarna su ausencia incluso cuando la muerte acecha sus presas. Se difunde en los estilos sin profundidad, que rechazan, eluden la interpretación.
5.    Lo impresentable, lo irrepresentable. El arte postmoderno es irrealista, anicónico. Hasta su realismo mágico se disuelve en estados etéreos, sus superficies duras y lisas repelen la mimesis. La literatura postmoderna a menudo busca sus límites, mantiene su agotamiento, se subvierte a sí misma en las formas de silencio articulado. Se vuelve liminal, cuestionando los modos de su propia representación. Como lo sublime kantiano, que prospera con la ausencia de forma, la vacuidad, de lo Absoluto: no te harás imágenes esculpidas. Lo postmoderno propone lo impresentable en la presentación misma. Pero este desafío a la representación también puede conducir al escritor a otros estados liminares: lo abyecto, antes que lo sublime, o la muerte misma. O sea, el intercambio entre los signos y la muerte: ¿Qué es la irrepresentabilidad? Aquello que, a través del lenguaje, no forma parte de ningún lenguaje en particular… Lo que a través del significado es intolerable, incomprensible: lo horrible, lo abyecto, dice Kristeva. Pero de la deconstrucción se pasa a la reconstrucción.
6.    Ironía. En ausencia de principios cardinales o paradignas, nos volvemos hacia el juego, la interacción, el diálogo, el polígono, la alegoría, la autoreflexión; en resumen, hacia la ironía. La ironía supone la indeterminación, la multivalencia; aspira a la claridad, pero a la claridad de la desmitificación, la pura luz de la ausencia. La ironía, y todas sus posibilidades, expresan las inevitables recreaciones de la mente en busca de una  verdad que continuamente la elude, dejándola tan solo con un irónico acceso o exceso de autoconciencia.
7.    Hibridación, o la repetición mutante de los géneros, que incluye la parodia, el travesti, el pastiche. La desdefinición, la deformación de los géneros culturales engendra modos equívocos: paracrítica, discurso fictual, el nuevo periodismo, la novela de no-ficción y una categoría promiscua de paraliteratura o literatura del umbral, a la vez joven y muy vieja. El cliché, el plagio, la parodia, el pastiche. El pop y el kitsch enriquecen la re-presentación. La imagen o la réplica son tan válidas como el modelo: el Quijote del Pierre Menard de Borges… De este modo, aparece un concepto diferente de la tradición, en donde la continuidad y la discontinuidad, la alta y la baja cultura, se mesclan no para imitar sino para expandir el pasado en el presente. En este presente plural, todos los estilos están dialécticamente disponibles en una interacción entre el ahora y el no ahora, el mismo y el otro. De este modo se realiza el concepto de equitemporalidad, como dice Heidegger, una intertemporalidad, una nueva relación entre elementos históricos, sin supresión del pasado en favor del presente. O sea, que la literatura y el arte postmodernos son ahistoricos. O sea, como que todo al tiempo: (Nariño-Caldas recogiendo mugre de las aceras, taxonomizando mariposas negras que cazaba en las puertas de las casas y edificios en la Soledad).
8.    Carnavalización. La carnavalización incluye todas las anteriores, pero evoca el etos cómico absurdista del postmodernismo, anticipado en la heteroglosia de Rebelais y Sterne. Carnavalización significa polifonía, capacidad centrífuga del lenguaje, alegre relatividad de las cosas, el perspectivismo y la performance, la participación en el salvaje desorden de la vida. Lo que Bajtín llama novela o carnaval, o sea, antisistema, pudiera representar al postmodernismo mismo, o por lo menos sus elementos lúdicos y subversivos que prometen una renovación (la novela aparece siempre en momentos de crisis y cambio). Reconocer, como en la Edad Media, la lógica peculiar del al revés, del al contrario, de las parodias y travestis, de las degradaciones y profanaciones, coronaciones y descoronaciones cómicas. Es decir, la lógica de una segunda vida.
9.    Performance, participación. La indeterminación provoca la participación; los vacíos deben ser llenados. El texto postmoderno necesita ser escrito, revisado, respondido, actuado. La performance transgrede los géneros, y declara su vulnerabilidad al tiempo, a la muerte, al auditorio, al otro. Le teatro se hace principio activo de una sociedad paratáctica, descanonizada, realmente carnavalizada. El yo ocupado en una performance expresa una energía en movimiento, una energía en su propia forma; pero en su respuesta auto-descubridora, auto-observadora, y por último auto-gratificante a… las presiones y dificultades, también es posible que ese yo se desvíe hacia el solipsismo, que caiga en el narcisismo.
10.  Construccionismo. Como que el postmodernismo es tropológico, figurativo, irrealista –aquello en que se puede pensar debe ser, sin duda, una ficción pensamiento de Nietzsche, construye la realidad en ficciones postkantianas, en verdad postnietzscheanas. Los científicos ahora parecen sentirse más cómodos con las ficciones heurísticas que muchos humanistas, los últimos realistas de occidente. Estas ficciones sugieren una intervención de la mente en la naturaleza y en la cultura, y esto es un aspecto del nuevo gnosticismo, evidente en la ciencia y el arte, en las relaciones sociales y en las tecnologías. Hipótesis del mundo, modos de hacer el mundo. Movimientos prefigurativos. Uno no puede eliminar la contribución humana; aunque, a pesar de todo, hay un flujo sensible, lo que es verdad respecto a él parece que es, de principio a fin, un asunto de nuestra propia creación. el mundo es Uno solo en la medida en que sus partes están unidas por alguna conexión definida. Es muchos sólo en la medida en que no se establece ninguna conexión definida. Y, por último, está siendo unificado cada vez más al menos por esos sistemas de conexión que la energía humana sigue forjando mientras el tiempo pasa. James. Por eso el postmodernismo sostiene el movimiento desde la verdad única y un mundo fijo y hallado. Versiones o mundos contrarios en construcción.
11.  Inmanencia. La capacidad de la mente humana de generalizarse a sí misma mediante símbolos. Experimentamos hoy las disfunciones, dispersiones, diseminaciones, y extensiones de nuestros sentidos mediante los nuevos medios de la comunicación y las tecnologías. Los lenguajes, idóneos o mendaces, reconstruyen el universo, lo reconstituyen en signos de su propia hechura, convirtiendo la naturaleza en cultura, y la cultura en un sistema semiótico inmanente. Ha surgido el animal del lenguaje; su medida es la intertextualidad. Todo lo que la mente toca es pensamiento, significantes, conexiones. Todo esto compone su noosfera gnóstica. Ella es el objeto de estudio de todos. La mente se encuentra consigo misma todo el tiempo. En eso consiste su ironía reflexiva. La mente se adentra en la obscenidad de la forma pura y vacía.


El poder constriñe el relativismo postmoderno, y delimita el pluralismo crítico. El poder compromete al conocimiento. Para Foucault las prácticas discursivas están encarnadas en procesos técnicos, en instituciones, en patrones de conducta general, en formas de transmisión y difusión. Todo esto sesga, condiciona el conocimiento y su expresión. Sin embargo, también creía, con Nietzsche, que existe un interés egoísta detrás de todo poder y conocimiento. El poder sería entonces una volición del placer y el exceso, una relación evasiva un acertijo del deseo. Por eso el deseo es enigmático, visible e invisible, presente y oculto, ubicuo. El poder sería una cosa subjetiva que rechaza las identidades individuales de los ciudadanos.
La crítica sería un discurso del deseo y del poder, un discurso afectivo en sus orígenes personales.
La preocupación ideológica se manifiesta en todas partes. Algunos artículos exploran la política de la interpretación, y la fácil correlación con la crítica induce hasta a protestar contra la pseudopolítica de la interpretación. Algunos críticos reconocen a las instituciones políticas en sus obras. Se la pasan en reuniones del GRIP (Grupo de Investigación sobre la Institucionalización y Profesionalización de los Estudios Literarios). En conferencias de marxismo y crítica, feminismo y crítica, etnicidad y crítica, cultura de masas y crítica.
Otra pérdida es la de la imaginación como facultad autóctona, posiblemente redentora, de la mente. Se ha perdido o dilapidado la biblioteca imaginaria. Pero el anhelo por apropiarnos del arte por nuestros propios medios y ejercer nueva voluntad sobre los textos puede llevar a negar las capacidades que han realizado nuestra existencia histórica.

                                                     

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