¿Quiénes somos en este mismo momento?
Foucault.
El
modernismo sufre de ciertos agotamientos. Por eso, algunos dicen que es el fin
del impulso creador y el imperio ideológico del modernismo que, como movimiento
cultural ha dominado todas las artes y ha dado forma a nuestras expresiones
simbólicas durante los últimos 125 años.
En
todo caso existe un pluralismo crítico sobre la idea del postmodernismo.
Características
postmodernas:
1. Indeterminación,
o mejor
indeterminaciones. Se incluyen todas las ambigüedades, rupturas y
desplazamientos que afectan el saber y a la sociedad. Indecisión,
relativización. Nuestras acciones, ideas e interpretaciones están penetradas
por la indeterminación, y son ellas las que construyen nuestro mundo.
2. Fragmentación.
La indeterminación
frecuentemente se deriva de la fragmentación. El postmodernista sólo
desconecta; los fragmentos son todo lo que él aparenta confiar. Su último
oprobio es la totalización: cualquier síntensis de cualquier tipo, social,
epistemológica, incluso poética. De ahí su preferencia por el montaje el
collage, el objeto literario hallado o despedazado, por las formas prácticas
sobre las hipotácticas, por la metonimia sobre la metáfora, por la
esquizofrenia sobre la paranoia. De ahí su apelación a la paradoja, a la
parodia, a la parábasis, a la parapráctica, a la apertura de lo roto, los
márgenes injustificados. Por eso Jean-Ffrancois Lyotard dice: Emprendamos una guerra contra la totalidad,
demos testimonio de lo impresentable; activemos las diferencias y salvemos el
honor del nombre. La época exige diferencias, significantes cambiantes, y
hasta los átomos se disuelven en evasivas subpartículas, un mero susurro
matemático.
3. Descanonización. En el sentido más amplio, esto se
aplica a todos los cánones, a todas las convenciones de autoridad. Somos
testigos, dice Lyotard, de una deslegitimación masiva de los códigos maestros
en la sociedad, un desuso de las metanarraciones, que presenta como sustituto a
las pequeñas narraciones que preservan la heterogeneidad de los juegos del
lenguaje. Se viene des canonizando la cultura, desmitificando el saber, des
construyendo los lenguajes del poder, del deseo, del engaño. La burla y la
revisión son versiones de la subversión, cuyo ejemplo más triste e incontrolado
es el terrorismo. Pero la subversión puede formar otras formas, más benévolas,
como los movimientos de minorías o la feminización de la cultura.
4. Ausencia
del yo, ausencia de profundidad.
El postmodernismo anula al yo tradicional, simulando un autodesvanecimiento
–una falsa lisura, sin dentro/fuera- o su contrario, una automultiplicación,
una autoreflexión. Los críticos han notado la pérdida del yo en la literatura
moderna, pero fue Nietzsche quien declaró al sujeto una mera ficción: el ego de quien no habla cuando uno censura
el egoísmo no existe en modo alguno. Así el postmodernismo suprime o
dispersa, y a veces trata de recuperar, el profundo ego romántico, que sigue
siendo objeto de terrible sospecha como un principio totalizante. Perdiéndose
en el juego del lenguaje, en las diferencias de que está hecha pluralmente la
realidad, el yo encarna su ausencia incluso cuando la muerte acecha sus presas.
Se difunde en los estilos sin profundidad, que rechazan, eluden la
interpretación.
5. Lo
impresentable, lo irrepresentable. El
arte postmoderno es irrealista, anicónico. Hasta su realismo mágico se disuelve
en estados etéreos, sus superficies duras y lisas repelen la mimesis. La
literatura postmoderna a menudo busca sus límites, mantiene su agotamiento, se
subvierte a sí misma en las formas de silencio articulado. Se vuelve liminal,
cuestionando los modos de su propia representación. Como lo sublime kantiano,
que prospera con la ausencia de forma, la vacuidad, de lo Absoluto: no te harás imágenes esculpidas. Lo
postmoderno propone lo impresentable en la presentación misma. Pero este
desafío a la representación también puede conducir al escritor a otros estados
liminares: lo abyecto, antes que lo sublime, o la muerte misma. O sea, el
intercambio entre los signos y la muerte: ¿Qué
es la irrepresentabilidad? Aquello que, a través del lenguaje, no forma parte
de ningún lenguaje en particular… Lo que a través del significado es intolerable,
incomprensible: lo horrible, lo abyecto, dice Kristeva. Pero de la
deconstrucción se pasa a la reconstrucción.
6. Ironía. En ausencia de principios cardinales
o paradignas, nos volvemos hacia el juego, la interacción, el diálogo, el
polígono, la alegoría, la autoreflexión; en resumen, hacia la ironía. La ironía
supone la indeterminación, la multivalencia; aspira a la claridad, pero a la
claridad de la desmitificación, la pura luz de la ausencia. La ironía, y todas
sus posibilidades, expresan las inevitables recreaciones de la mente en busca
de una verdad que continuamente la
elude, dejándola tan solo con un irónico acceso o exceso de autoconciencia.
7. Hibridación,
o la repetición
mutante de los géneros, que incluye la parodia, el travesti, el pastiche. La
desdefinición, la deformación de los géneros culturales engendra modos
equívocos: paracrítica, discurso fictual, el nuevo periodismo, la novela de
no-ficción y una categoría promiscua de paraliteratura o literatura del umbral,
a la vez joven y muy vieja. El cliché, el plagio, la parodia, el pastiche. El
pop y el kitsch enriquecen la re-presentación.
La imagen o la réplica son tan válidas como el modelo: el Quijote del Pierre Menard de Borges… De este modo, aparece un
concepto diferente de la tradición, en donde la continuidad y la
discontinuidad, la alta y la baja cultura, se mesclan no para imitar sino para
expandir el pasado en el presente. En este presente plural, todos los estilos
están dialécticamente disponibles en una interacción entre el ahora y el no
ahora, el mismo y el otro. De este modo se realiza el concepto de
equitemporalidad, como dice Heidegger, una intertemporalidad, una nueva
relación entre elementos históricos, sin supresión del pasado en favor del
presente. O sea, que la literatura y el arte postmodernos son ahistoricos. O sea,
como que todo al tiempo: (Nariño-Caldas recogiendo mugre de las
aceras, taxonomizando mariposas negras que cazaba en las puertas de las casas y
edificios en la Soledad).
8. Carnavalización.
La carnavalización
incluye todas las anteriores, pero evoca el etos cómico absurdista del
postmodernismo, anticipado en la heteroglosia de Rebelais y Sterne. Carnavalización
significa polifonía, capacidad centrífuga del lenguaje, alegre relatividad de
las cosas, el perspectivismo y la performance, la participación en el salvaje
desorden de la vida. Lo que Bajtín llama novela o carnaval, o sea, antisistema,
pudiera representar al postmodernismo mismo, o por lo menos sus elementos
lúdicos y subversivos que prometen una renovación (la novela aparece siempre en
momentos de crisis y cambio). Reconocer, como en la Edad Media, la
lógica peculiar del al revés, del al contrario, de las parodias y travestis, de
las degradaciones y profanaciones, coronaciones y descoronaciones cómicas. Es
decir, la lógica de una segunda vida.
9. Performance,
participación. La
indeterminación provoca la participación; los vacíos deben ser llenados. El
texto postmoderno necesita ser escrito, revisado, respondido, actuado. La
performance transgrede los géneros, y declara su vulnerabilidad al tiempo, a la
muerte, al auditorio, al otro. Le teatro se hace principio activo de una
sociedad paratáctica, descanonizada, realmente carnavalizada. El yo ocupado en
una performance expresa una energía en movimiento, una energía en su propia
forma; pero en su respuesta auto-descubridora, auto-observadora, y por último auto-gratificante
a… las presiones y dificultades, también es posible que ese yo se desvíe hacia
el solipsismo, que caiga en el narcisismo.
10. Construccionismo.
Como que el
postmodernismo es tropológico, figurativo, irrealista –aquello en que se puede pensar debe ser, sin duda, una ficción pensamiento
de Nietzsche, construye la realidad en ficciones
postkantianas, en verdad postnietzscheanas. Los científicos ahora parecen sentirse más cómodos con las ficciones
heurísticas que muchos humanistas, los últimos realistas de occidente. Estas
ficciones sugieren una intervención de la mente en la naturaleza y en la
cultura, y esto es un aspecto del nuevo
gnosticismo, evidente en la ciencia y el arte, en las relaciones sociales y
en las tecnologías. Hipótesis del mundo,
modos de hacer el mundo. Movimientos
prefigurativos. Uno no puede eliminar la contribución humana; aunque, a pesar
de todo, hay un flujo sensible, lo que es verdad respecto a él parece que es,
de principio a fin, un asunto de nuestra propia creación. el mundo es Uno solo
en la medida en que sus partes están unidas por alguna conexión definida. Es
muchos sólo en la medida en que no se establece ninguna conexión definida. Y,
por último, está siendo unificado cada vez más al menos por esos sistemas de
conexión que la energía humana sigue forjando mientras el tiempo pasa.
James. Por eso el postmodernismo sostiene el movimiento desde la verdad única y un mundo fijo y hallado. Versiones o mundos
contrarios en construcción.
11. Inmanencia.
La capacidad de la
mente humana de generalizarse a sí misma mediante símbolos. Experimentamos hoy
las disfunciones, dispersiones, diseminaciones, y extensiones de nuestros
sentidos mediante los nuevos medios de la comunicación y las tecnologías. Los
lenguajes, idóneos o mendaces, reconstruyen el universo, lo reconstituyen en
signos de su propia hechura, convirtiendo la naturaleza en cultura, y la
cultura en un sistema semiótico inmanente. Ha surgido el animal del lenguaje;
su medida es la intertextualidad. Todo lo que la mente toca es pensamiento,
significantes, conexiones. Todo esto compone su noosfera gnóstica. Ella es el
objeto de estudio de todos. La mente se encuentra consigo misma todo el tiempo.
En eso consiste su ironía reflexiva. La mente se adentra en la obscenidad de la
forma pura y vacía.
El
poder constriñe el relativismo postmoderno, y delimita el pluralismo crítico. El
poder compromete al conocimiento. Para Foucault las prácticas discursivas están
encarnadas en procesos técnicos, en instituciones, en patrones de conducta
general, en formas de transmisión y difusión. Todo esto sesga, condiciona el
conocimiento y su expresión. Sin embargo, también creía, con Nietzsche, que
existe un interés egoísta detrás de todo poder y conocimiento. El poder sería
entonces una volición del placer y el exceso, una relación evasiva un acertijo
del deseo. Por eso el deseo es enigmático, visible e invisible, presente y
oculto, ubicuo. El poder sería una cosa subjetiva que rechaza las identidades
individuales de los ciudadanos.
La
crítica sería un discurso del deseo y del poder, un discurso afectivo en sus
orígenes personales.
La
preocupación ideológica se manifiesta en todas partes. Algunos artículos
exploran la política de la
interpretación, y la fácil correlación con la crítica induce hasta a
protestar contra la pseudopolítica de la
interpretación. Algunos críticos reconocen a las instituciones políticas en
sus obras. Se la pasan en reuniones del GRIP (Grupo de Investigación sobre la
Institucionalización y Profesionalización de los Estudios Literarios). En
conferencias de marxismo y crítica, feminismo y crítica, etnicidad y crítica,
cultura de masas y crítica.
Otra
pérdida es la de la imaginación como facultad autóctona, posiblemente redentora,
de la mente. Se ha perdido o dilapidado la biblioteca imaginaria. Pero el
anhelo por apropiarnos del arte por nuestros propios medios y ejercer nueva
voluntad sobre los textos puede llevar a negar las capacidades que han
realizado nuestra existencia histórica.
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